lunes, 1 de agosto de 1580

Edad:
53 años

Cómo Henrique Pereyra de la Cerda no quiso entregar el castillo de Cascaes, y le batieron.

En primero de agosto por la mañana imbió el Duque a dezir a Henrique Pereyra de la Cerda, alcayde del castillo de Cascaes, que luego le rindiesse a su Magestad, el qual respondió que no lo haría por cosa del mundo, y fuele dicho por parte del Duque segunda vez que, si luego no lo cumplía, le batirían el castillo hasta ponelle por tierra, y el alcayde replicó que no haría otra cosa más de lo que primero havía respondido. Lo qual visto por el Duque mandó plantar el artillería y que luego le batiessen, lo qual se puso por obra. Y en tanto que esto passava, don Antonio de Castro, señor de Cascaes, que con el Duque havía venido en el armada desde Setúbar, imbió de su parte a dezir a Henrique Pereyra con un religioso de la orden de Sant Francisco, el qual yva con un crucifixo en la mano, que le pidía por aquella insinia de Jesu Christo crucificado a la hora se rindiesse, porque no lo haziendo, dentro de breve espacio le batirían el castillo, con tanta puxança que forçosamente se le derribarían, y los passarían todos a cuchillo.

Y haviendo el religioso dado el recado de don Antonio de Castro al alcayde, y persuadiole con otras muchas razones, estuvo tan pertinaz que jamás lo quiso hazer, antes respondió que havía de morir peleando. Y el religioso bien desconsolado de no haver hecho algún effecto se bolvió a don Antonio de Castro, y le contó lo que con el alcayde havía passado. Y quando fueron las diez del día ya estava sitado el castillo y començada la batería con gran priessa, y nuestra infantería puesta en cerco al castillo, desde sus trincheras también le batía, matando a los Portugueses que assomavan en lo alto. Y como fuessen las seys de la tarde, viéndose el alcayde en mucho aprieto, y que ya le tenían abiertos los lienços del castillo por el lado de la batería y derribado gran parte de las obras muertas, temió de manera que tuvo por bien de querer darse a partido, aunque harto contra su voluntad, y luego abatió dos banderas de guerra que en lo alto del castillo tenía levantadas y las arrojó de alto a baxo para que las cobrassen los nuestros, los quales las recogieron. Y en esse punto pareció en lo más alto del castillo una bandera blanca de paz, diziendo que se darían a partido.

Lo qual visto por el Duque, y la rebelión que hasta allí el alcayde havía tenido, no le quiso admitir, y respondió que ya era tarde y mandó que la batería no cessasse, lo qual se cumplió de tal manera que si hasta allí se havía dado a priessa la batería, desde aý adelante se dio mucha más. Y como la infantería estava junto al castillo, un mosquetero asestó al portugués que tenía levantada en la mano la bandera blanca, y dio con él y con la bandera en el muro, que le passó el balazo de parte a parte, y luego otro portugués tomó la bandera y la levantó en alto, y a este tiempo la batería havía muerto otros dos portugueses. Y el alcayde, viendo que ningún remedio podía tener para salvar su vida y de los que con él estavan, porque la batería le yva siempre aportillando más al castillo y se vía cercado por tierra y mar, aunque nuestra armada no peleava, acordó de aventurarse a que el Duque usasse de clemencia con él y con los suyos y rindió el castillo al Duque, el qual le recibió con que el alcayde no pidiesse ningún partido, sino que libremente el Duque havía de disponer a su voluntad ansí del castillo como de la gente y aver que en él estava; y el alcayde lo aceptó, y abrió las puertas d’él, y entraron don Fernando de Toledo y don Luys Henrríquez, maestre de campo, con algunos de sus capitanes, y prendieron a Henrique Pereyra de la Cerda, alcayde de aquel castillo, y a los portugueses que con él estavan.

Y don Diego de Meneses estava de secreto dentro del castillo, desde que se retiró quando nuestro exército yva desembarcando, y dio aviso a Henrique Pereyra y a todos los que con él estavan que no le descubriessen, y escondiose en la parte más secreta del castillo, teniendo entendido que aquella noche podría salir por la mar sin que fuesse sentido, y aportar al real de don Antonio. Y un portugués de los que estavan presos dixo que si le davan libertad él descubriría un gran secreto, y haviéndosela prometido dixo que buscassen bien el castillo y que en él hallarían bien escondido a don Diego de Meneses, que havía ydo allí a ayudar a pelear a Henrique Pereyra, desde que se retiró quando tomaron puerto los castellanos. Y como buscassen el castillo, le hallaron escondido en la parte más baxa que en él havía, y luego fue preso, y si el castillo no se rindiera aquella noche pudiera salvarse don Diego por una puerta falsa que salía a la mar. Si no que temeroso el alcayde del gran daño que en el assalto esperava, acordó de rindirse, aunque ya fue muy tarde, según las persuasiones que de parte del Duque le havían hecho. Y aquella noche se quedó en guarda del castillo y de los presos que en él havía don Luys Henríquez con dos compañías de su tercio.

Fuentes

Antonio de Escobar,

 "Verdadera recopilación de la felicíssima jornada que la Cathólica Magestad del rey don Felippe nuestro señor hizo en la conquista del reyno de Portugal", impresa en Valencia, en casa de la viuda de Pedro de Huete, en 1586.

ed. de Amparo Alpañés

Anexos de la Revista Lemir (2004)

 

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