martes, 1 de septiembre de 1598

Edad:
71 años

Felipe II recibe la postrera uncion.

(1) Relato de Fray José  de Sigüenza

El primer día de Septiembre a las nueve de la noche, en la Infraoctaua de la consagración de este templo, que a su petición se había ungido, pared en medio de él recibió también el pió Rey su fundador la postrera unción con mucha devoción y reverencia, habiéndose confesado primero.

Administróle Loaysa, Arzobispode Toledo, que se turbó mas de una vez, y qualquiera se turbara, tanta fue siempre la Majestad de este Rey, que ninguno le habló jamás que por lo menos no sintiese en si alguna notable mudanza. Estuvo siempre muy atento y con igual serenidad el Príncipe su hijo, y con él algunos caballeros de su casa y cámara.

Halláronse también presentes los tres confesores de las personas Reales,Rey, Principe e infanta, el Prior de San Lorenzo y otros cuatro religiosos que el Rey señaló.

Parecióme según la entereza con que el santo Rey lo advertía y respondía a todo, que no tenia mal ninguno y que se anticipaba mucho aquel sacramento; así lo dije a algunos y asi sucedió, porque vivió después de haberle recibido doce días; maravilléme no advirtiesen esto tantos y tan doctos médicos, pues quiere la Iglesia se guarde este sacramento para la postre, quando no hay muy ciertas señales que podria faltar el juicio al enfermo, y aqui no lo pareció, y aun creo que el Rey, con estas mismas consideraciones quisiera que se dilatara, y fuera muy acertado, pues tuvo siempre tan claro el juicio que una hora antes de que muriera pudiera muy bien percibir lo que se hacia.

Salímonos todos, quedándose a solas con su hijo, y el mismo Príncipe y señor refirió después que le dijo su padre estas palabras:

He querido que os halléis presente a este acto para que veaís en qué para todo (palabra digna que se asiente en las almas de todos los Reyes para que no deslumbre el resplandor de esta gloria presente), y que tras esto le encargó mucho mirase por la Religión y por la defensa de la Santa Fé Católica, por la guarda de la justicia y procurase vivir y gobernar de manera que quando llegase a aquel punto se hallase con seguridad de conciencia; gran epílogo de toda la disciplina Real.

Dicho esto en general, descendió a otros particulares tocantes al gobierno y policía de estos Reinos.

 

(2) Relato de Jehan Lhermite

Y Su Majestad desde entonces dejó de ocuparse de los asuntos de este mundo, y para llevar a los hechos este propósito ordenó llamar de inmediato él primer día de septiembre al mencionado príncipe, su hijo, y cuando éste llegó, le mandó ir a buscar a su hermana la Serenísima Infanta, su muy querida hija (la cual dos horas antes ya había sido advertida por una embajada que su hermano le había enviado por mediación de don Cristhoval de Mora para que estuviera preparada para acudir allí cuando Su Majestad la solicitara por mediación de su hermano, y dejo imaginar a todo corazón humano dotado de sensibilidad la angustia, zozobra y aflicción que debieron embargar a esta buena princesa cuando recibió una tal embajada).

Y usando Su Majestadde un corazón magnánimo, el mismo que había mostrado en to-das sus acciones, hizo la postrera despedida de sus hijos despuésde darles su bendición paterna, no sin que ellos derramaran muchas lágrimas, como todo el mundo puede imaginar muy bien. Y como los días precedentes ya había dado a su hijo todas las instrucciones oportunas, ahora ya no le dijo nada más, sino que dirigiéndose a su hija le dijo en sustancia las siguientes palabras: Que, puesto que Nuestro Senor no había consentido concederle la gracia de verla todavia casada antes de su muerte, como hubiera sido su deseo el verla, la requería para que se gobernara en todo como hasta entonces había hecho y paraque se cuidase mucho de mantener y acrecer la santa fe catollca en los Países Bajos,  los cuales en este solo respecto había descuidado, pues tenía la firme esperanza de que ella no dejaria de cumplir con éste su deber, y que en la misma conformidad tuviera a bien repetir estas mismas palabras a su primo el archi-duque Alberto en la primera entrevista que tuviera con él, y despues la bendijo, lo que fueron las últimas palabras que intercambiaron los dos, pronunciadas las cuales ambos se retiraron a sus habitaciones y después  no volvieron a verse , pues Su Majestad ordenó cerrar de inmediato la puerta de las habitaciones de su hija con la doble llave que descansaba habitualmente por allí o bien debajo de la cabecera de su cama.

Y viéndose así, exento y libre de todas estas solicitudes mundanas, se aplicó del todo y con seriedad a pensar sobre lo que le quedaba por hacer antes de emprender un tan largo viaje, y puedo atestiguar que usaba esta palabra siempre que quería reterirse a su muerte.

Dijo uno de sus últimos días a Christoval de Mora: «Quando me vieresdes partir, baxareis unas quentas benditas que traygo aquí al braço a la mano, porque son de muchos perdones". Y otro día dijo casi lo mismo a Juan Ruyz de Velasco, a quien mandó tuviera preparado un crucifijo (el mismo con el que murió su difunto padre el emperador y del cual hace cinco o seis años le dijo el lugar donde podría encontrarlo) para cuando lo necesitara, esto es, para cuando le llegara la hora de abandonar este mundo. Y acordándose de esto el mencionado Juan Ruyz, fue a buscarlo rápidamente y lo encontró en el mismo lugar donde Su Majestad le había señalado y también halló a su lado dos látigos o cilicios uno de los cuales estaba muy usado; informando a Su Majestad sobre lo que había visto, le dijo que también había hallado estos dos cilicios y que uno de los dos estaba muy usado; Su Majestad le respondió al instante que no había sido él quien se había servido de este látigo, sino su padre, no queriendo atribuirse lo que no le correspondía, 

Fuentes

(1) Fray José de Siguenza,

Historia de la Orden de San Gerónimo,

Tercera parte,Y

Madrid,1909.

(2) Jehan Lhermite

El pasatiempos de Jehan Lhermite: memorias de un gentilhombre flamenco en la corte de Felipe II y Felipe III

Author:Jehan Lhermite

Estudio: Jesus Sáenz de Miera

Traducción: José Luis Checa Cremades

Publisher: Fundación Carolina : Aranjuez (Madrid) 2005.

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