domingo, 2 de agosto de 1592

Edad:
65 años

Visita a la Compañia de Jesus en Valladolid.

Carta del P. José Acosta, a remitente desconocido, en que da cuenta de una visita de Felipe II a la Compañía de Jesús en Valladolid. (Valladolid, 5 de agosto de 1592.)

Pax Christi et gratia. El domingo pasado nos hizo Su Majestad merced de visitar nuestra iglesia a hora de misa, y el lunes siguiente al colegio anglicano por la tarde.

Envióme el sábado en la tarde el señor García de Loaysa a avisar que el domingo vernía a oír misa Su Majestad a esta casa, y el oficio se hiciese a nuestro modo. Diónos cuidado ser aquel día de jubileo, que en esta villa le ganan con grande y universal y devoción, y como la iglesia donde el Rey va a oír misa se defiende la entrada a la gente poniéndose la guardia a la puerta, no era posible dar recaudo a las confesiones y comuniones. Mas con aprobación de Su Majestad se dió esta traza, que las dos naves colaterales se atajaron con bancos y palos y alfombras, y las mujeres comulgaron en la capilla del Crucifijo que cae a los confesonarios, y los hombres en la capilla de Nuestra Señora de Loreto, a la otra banda, y el cuerpo de la iglesia y crucero quedó desocupado para Su Majestad. El cual vino con sus altezas y damas y toda su corte, teniendo puesta la cortina junto al púlpito, y el estrado de las damas a mano izquierda, y a la derecha el banco de grandes; el arzobispo de Santiago, que hizo el oficio de capellán mayor, sentado en silla rasa delante de las gradas; el banco de los grandes, al otro lado, todo por orden de Su Majestad.

Esperamos su venida puestos en procesión con la cruz y ciriales, a la reja de la capilla mayor, y luego los hermanos y padres hasta la puerta de la iglesia con el sacerdote, que decía la misa revestido con su capa, y dos sacerdotes, con sobrepellices, y muchos señores de la casa del rey allí también con nosotros. Vino Su Majestad ya cerca de las diez, adoró la cruz y echóle el preste agua bendita, como es uso, y comenzaron los nuestros Te deum laudamus. El Rey, como no conocía al P. Provincial, habló conmigo, diciéndome que su venida nos había embarazado de nuestras confesiones y comuniones y que le pesaba de ello. Dije que para toda había lugar con la traza que Su Majestad había dado, dando las gracias por la merced que nos hacía. Preguntóme cuántos religiosos había en casa y cuantos en el colegio de San Ambrosio, y si estaban allí los del colegio, y en estas pláticas llegó a su cortina y se comenzó luego la misa, la cual cierto se ofició muy bien y con harta decencia y devoción, porque provenimos que entre casa y colegio se escogiesen docena y media de buenas voces, y se les dió un prefecto que estaba bien en ello, y a todos los demás se ordenó que callasen y adorasen en silencio. Todavía comunicado primero con algunos señores de la casa del Rey, pareció que se usase un organillo o realejo, para que con una voz buena de la iglesia mayor se dijesen después de alzar a modo de motete, unos versos de David: Domine, salvum fac regem in die qua invocaverimus te. Domine in virtute tua laetabitur rex, et super salutare tuum exultavit vehementer, etc. Esto sonó y pareció muy bien.

Acabada la misa, llegó el P. Provincial y algunos otros Padres al Rey, y yo dije a Su Majestad: Es el P. Provincial nuestro. Con esto el Rey volvió el rostro, y el Padre le dió las gracias de la merced que había hecho a aquella casa. Saliéndose, el Rey mostró contentarle la iglesia. Díjele que todavía quería parecer a la de Su Majestad de San Lorenzo. Dijo el Rey con donaire: Esta debió de ser primero. Y preguntando otras no sé qué cosas, en fin salió por la misma iglesia.

Fueron realmente todos muy contentos, porque la iglesia parecía muy bien así desembarazada, y los altares y reliquias estaban muy bien adornados con cera y flores y pomos de olor. El señor García de Loaysa especialmente nos alabó el tono y buen modo de oficiar, diciendo que era la primera vez que lo había oído y le había contentado mucho; que para materia en que tan poco solemos valer, no fué poca ventura. De la casa y corte del Rey apenas faltó señor ni caballero, mostrando todos hacernos mucha merced. De los grandes estuvieron el duque de Medinaceli, el marqués de Astorga, el marqués de Aguilar y el de Denia; los tres primeros no estuvieron en público ni vinieron con el Rey, sólo el último estuvo en el banco de grandes. Esta fué la fiesta de nuestra casa. La del colegio angélico diré agora....(continua la carta en 3-8-1592)

Fuentes

Obras del P.José de Acosta, Biblioteca de Autores Españoles, Tomo 73, p.351, Madrid, 1954.

Día anterior Día siguiente