sábado, 2 de agosto de 1580

Edad:
53 años

Cómo el Duque estuvo una noche en la mar aguardando a don Antonio, sobre concierto, y no fue.

A los diez y ocho de agosto por la tarde salió el Duque del real en una silla de mano, e yvan con él el Prior y Sancho de Ávila, don Fernando de Toledo y otros cavalleros, y el Capitán Estevan Yllán con su compañía de arcabuzeros de cavallo, y llegando a las galeras que cerca de allí estavan, se embarcó a puesta de sol con la gente que le yva acompañando, y partió hasta llegar al sitio que con don Antonio tenía concertado, quando lo embió a pedir con el Prior de Belén, como está dicho en el capítulo antes d’este. Y dentro de media hora después que el Duque partió, començaron en el real a dar el arma, y estando ya toda la gente recogida en sus quarteles y armada para salir a formar los esquadrones, sin que por entonces se entendiesse quién havía de hazer cabeça por haverse embarcado el Duque y llevado consigo al Prior y a Sancho de Ávila, començó a calmar el arma, porque llegaron al real algunos de nuestros ginetes de los que andavan corriendo la tierra, los quales dixeron que se sosegassen que no havía necessidad de salir porque ellos venían de correr la campaña y no havían descubierto ningunos portugueses. Y con esto la gente del real se sossegó y desarmó sin que se entendiesse de dónde o porqué ocasión se havía dado el arma. La qual holgaron fuesse falsa, porque faltava el Duque y el Prior y Sancho de Ávila.

Y el día siguiente a las diez de la mañana, el Duque se desembarcó y bolvió al real bien mohino porque don Antonio no fue como tenía concertado. Embió a dezir al Duque, con un cavallero, le perdonasse por no haver ydo y que no lo havía dexado por falta de voluntad sino porque los suyos se lo havían estorbado, diziendo que le matarían si allá yva, y que por esta ocasión lo havía dexado. Que suplicava a su Excellencia embiasse en su lugar adonde él estava al Prior, el qual haría el mismo efecto. Y al Duque no le plugo esta respuesta, ni quiso que el Prior fuesse, y sin replicar sobre el caso se bolvió al real, haviendo primero reconocido desde la mar el armada de don Antonio y la torre de Belén. Y a la hora que llegó, se echó un bando para que otro día domingo marchasse el exército, y que so pena de la vida ningún soldado, ni otra persona de qualquier calidad que fuesse, no saliesse de su esquadrón sin orden de su capitán, porque como estavan cerca los contrarios matarían los que de los nuestros topassen fuera de orden. Y también para que toda nuestra gente estuviesse junta para lo que se offreciesse.

Y luego, el domingo a los veynte de agosto, partió el Duque por la mañana con todo el exército por la marina de San Gián, camino derecho a la torre de Belén, y aposentose aquella noche cerca d’ella en unas caserías, abrigando el exército en unas grandes laderas que allí havía encubiertas del tiro que hazía la torre, aunque las balas que d’ella salían yvan algunas por lo alto de las laderas y passavan por cima de algunos de nuestros esquadrónes bien adelante. Y al tiempo que llegó el exército a este sitio, dieron arma porque nuestros ginetes, que andavan corriendo la tierra, descubrieron cantidad de cavallería e infantería portuguesa. Y luego el Duque dio orden que saliessen por delante las tres compañías de cavallos ligeros, las cinco de arcabuzeros de cavallo, y que toda la demás gente nuestra estuviesse queda y apercebida para si fuesse necessario salir de refresco a socorrer.

Y como llegassen adonde estavan los contrarios, al punto, una manga de arcabuzeros de cavallo que los portugueses trahían dio una ruciada, y no hirieron ninguno de los nuestros, los quales dándoles otra se juntaron todos los de la una y otra parte, y a lançadas y cuchilladas anduvieron media hora. En la qual los nuestros mataron cinco portugueses y les cobraron los cavallos, y hirieron más de otros veynte, de los quales traxeron tres presos y malheridos. Y de los nuestros ninguno faltó ni traxo herida, sino que uno que era cavallo ligero, vezino de Burgos, y se llamava Obregón, de la compañía de don Alonso de Córdova, cerca del qual dio una bala de pieça de la torre de Belén, junto a su esquadrón, y haviendo hecho el golpe primero en tierra levantó hazia arriba, y tópole a soslayo en un lado junto a los pechos, y le hundió de tal manera las armas que él y todos entendieron le havía muerto, porque le hazía echar gran cantidad de sangre por la boca, y luego llegaron a él sus amigos y le apearon del cavallo, diziéndole que se animasse, pues la herida no era de muerte, que presto sería muy bien curado y proveýdo de todo lo necessario, el qual les respondió: «El ánimo no me falta, aunque sé que estoy muerto, denme confessión». Y luego de allí le llevaron a curar y sanó, aunque tenía quebradas dos costillas. Y los portugueses, arrojando muchos d’ellos en tierra las escopetas por quedar más ligeros, dieron en huyda, y los nuestros les fueron siguiendo el alcance media legua y se bolvieron al real.

Fuentes

Antonio de Escobar,

 "Verdadera recopilación de la felicíssima jornada que la Cathólica Magestad del rey don Felippe nuestro señor hizo en la conquista del reyno de Portugal", impresa en Valencia, en casa de la viuda de Pedro de Huete, en 1586.

ed. de Amparo Alpañés

Anexos de la Revista Lemir (2004)

 

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