viernes, 12 de agosto de 1580

Edad:
53 años

Cómo se rindió el castillo de Sant Gián de Hueras.

Vinieron este día dos mugeres portuguesas al Duque suplicándole las hiziesse merced de darlas un passaporte para llevar dos hijos suyos que se los havían traýdo entre otros a pelear en el castillo por mandado de don Antonio, que si el passaporte se les dava ellas tendrían forma con el alcayde para que las diesse sus hijos. Y el Duque las respondió que si pensavan tener tan de su parte al alcayde que fuessen al castillo, y que si se los diesse él lo tendría por bien y las daría el passaporte, y que le dixessen se diesse luego y que sus cosas serían bien tratadas, donde no, que echasse de ver quán aportillado tenía el castillo la batería, por donde muy en breve se le podría dar el assalto. Y con esto las mugeres se fueron al castillo y el alcayde mandó que abriessen las puertas, y ellas le dixeron la demanda que traýan, y después le dieron el recado del Duque. Lo qual siendo entendido por el alcayde, estuvo un rato suspenso y las bolvió a imbiar al Duque para que le dixessen que mandasse cessar la batería y darle licencia para yr a besarle las manos y tratar lo que más conviniesse debaxo de palabra, que sino se concertassen le havía de dexar bolver libremente a su castillo. Y el Duque lo tuvo por bien y prometió de lo cumplir, y certificado el alcayde que le cumpliría el Duque lo prometido, mandó ensillar un cavallo y salió en él del castillo con sólo un criado.

Y luego se juntó con don Antonio de Castro, señor de Cascaes, que le estava aguardando con otros cavalleros. Y vinieron a mediodía a casa del Duque, y como entraron en un gran patio se apartaron a un lado solos, sin apearse, el alcayde y don Antonio de Castro, el qual estuvo persuadiéndole con la mayor fuerça que pudo no saliesse de la voluntad al Duque. Y al parecer el alcayde estava rezio y muy entero, que era buen soldado, esforçado y valiente, y a cabo de un rato se apearon y subieron al Duque, y con ellos muchos cavalleros. Y el alcayde se fue a echar a los pies del Duque, el qual le recibió haziéndole mucha cortesía, y començaron a hablar solos acerca del concierto. Y después de haverle persuadido que rindiesse el castillo, el alcayde respondió que se le havían entregado los cinco governadores que fueron señalados por capítulo de cortes en nombre de todo aquel Reyno después que murió el Rey don Henrique, y después havía ydo allí don Antonio diziendo que ya él era Rey de Portugal jurado, como era notorio, que recibiesse el castillo de su mano y le hiziesse pleyt’omenaje, y que ansí él se le havía hecho, visto que los gobernadores no parecían. Y que como vio que a don Antonio le havían jurado por Rey, ansí havía recebido desde entonces el castillo de su mano. Y visto por el alcayde que por tierra le tenía cercado el Duque y por mar el Marqués de Santa Cruz, le ponían todas estas cosas temor, y ver que el castillo estava hasta el medio abierto de alto a baxo y que presto se le podría dar assalto, y que don Diego de Meneses estava degollado por otro tanto y lo mismo podría ser d’él, acordó de salvar la vida y las de seyscientos soldados que en el castillo tenía, y offreciole al Duque, con que saliessen libres él y los suyos, con todas sus armas y lo que en él tenían. Y el Duque lo aceptó y le dixo le haría buen tercio con su Magestad, y que se quedasse allí a comer con don Antonio de Castro, y el alcayde lo hizo.

Y si entonces no se rindiera, ya estava determinado que todo aquel día durasse la batería para que rompiesse más baxo y que a la noche, cubiertos los nuestros con rodelas y arrimando tablones al castillo para defensa del daño que de arriba les podían hazer, y jugando el artillería a lo alto y lo mismo los tercios, llegassen a echar faxina hasta ygualar con lo abierto para dar el assalto quando quisiesse amanecer. Lo qual si a estos términos llegara, no fuera possible dexar de morir mucha gente de ambas partes. Viose en esta jornada que muchos religiosos procuraron encender siempre la guerra con mucha instancia, acudiendo a los castillos y residiendo en ellos, animando a los alcaydes y soldados, y otros que quando subían a predicar en los pueblos dexavan el Evangelio y predicavan que huviesse guerra, dándoles a entender con razones falsas que aquella guerra era justa de su parte, a cuya causa tenían obligación por la defensa de su patria, y también los animavan con traerles a la memoria la batalla de Aljubarota.

Cómo entró el Prior en el castillo de Sant Gián y puso en libertad la gente que en él havía.

El día mismo después de haver comido, el Duque mandó que fuesse el Prior al castillo, y con él Sancho de Ávila, don Álvaro de Luna y los continos, y sacassen todos los soldados portugueses que estavan en él, y muchas mugeres que allí se havían recogido, y los llevassen fuera del real donde les diessen libertad para que se fuessen a do les pluguiesse. Y luego el Prior se puso a cavallo, al qual acompañavan Sancho de Ávila, don Álvaro de Luna y los continos, y fueron al castillo y sacaron seyscientos soldados portugueses, que en él havía, y cantidad de mugeres, las quales se recogieron aquella noche en el lugar para caminar el día siguiente a otros pueblos comarcanos.

Y los continos llevaron los seyscientos soldados portugueses por la marina hazia el camino de Lisboa, que tres leguas de allí estava, los quales salieron con todas sus armas y ropa, y quando estuvieron fuera de nuestras centinelas, se despidieron de los continos con mucha criança, diziendo que los perdonassen por haver sido soldados de don Antonio, el qual los havía hecho sacar de sus casas para la defensa de aquel castillo, y con esto se alargaron, y los continos bolvieron al real.

Y el alcayde Tristán Vaes de la Vega se quedó aquella noche en el castillo, en compañía de don Grabiel [sic] Niño, maestre de campo, el qual tenía consigo quatrocientos arcabuceros de su tercio. Y a la medianoche vinieron por mar dos barcas en que imbiava don Antonio refresco desde Lisboa a los del castillo, que aún no le havía llegado la nueva de cómo le havía perdido. Y como don Grabiel [sic] Niño entendió que las barcas venían, hizo salir a ellas a Vázquez, su Sargento, en una caravela con gente, y prendiola una barca, y la otra se le fue huyendo a dar la nueva de lo que passava a don Antonio.

Y este día el Nuncio de Portugal y el Arçobispo de Lisboa imbiaron a visitar al Duque con sacerdotes y cavalleros comendadores, pidiendo les hiziesse merced de imbiarles salvaguardia, porque estavan temerosos de que quando el exército llegasse a Lisboa havía de ser saqueada, y el Duque se la imbió

Fuentes

Antonio de Escobar,

 "Verdadera recopilación de la felicíssima jornada que la Cathólica Magestad del rey don Felippe nuestro señor hizo en la conquista del reyno de Portugal", impresa en Valencia, en casa de la viuda de Pedro de Huete, en 1586.

ed. de Amparo Alpañés

Anexos de la Revista Lemir (2004)

 

 

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